¿Sabías que…? La historia de San Valentín

Artículos

¿Sabías que…? La historia de San Valentín

El valeroso general Quinto y la bella Aurelia se aman.

Quizás te resulte un poco brusco que entre así, a saco.  Pero la pasión que estos dos sienten ―el uno por la otra, y la otra por el uno― es irrefrenable, total y arrolladora. Así que no me parece necesario andar por las ramas. ¿Para qué hacerlo, si por mucho que mareemos la perdiz el resultado de la ecuación no va a cambiar? El amor de Quinto y Aurelia es un hecho. Una clara suma de 1+1= a dos enamorados, como cantaría un Luis Miguel aún niño y con voz de castrato.

Tanto, tanto, se quieren, que están dispuestos a sellar su romance en el altar.

Y tú dirás: ―Pues que se casen. ¿A mí qué me cuentas, si yo a estos dos tortolos no tengo el gusto de conocerlos?

Ya; pero déjame que te cuente que es que ahí, precisamente ahí, es donde está el problema: en sus planes de boda.

Como bien sabes, todo romance digno de ser narrado necesita un obstáculo que se alce, inclemente, entre los enamorados y ponga a prueba la fuerza de sus sentimientos. El escollo de esta historia tiene nombre propio: Claudio; y una posición lo bastante relevante para que en sus manos recaiga la potestad de regir los destinos de todo un imperio: el romano.

Claudio III fue emperador de Roma en el siglo III d.C. Un gobernante que, igual que cualquiera que ocupe un cargo como el suyo, debió tomar no pocas decisiones durante su mandato. Entre ellas estuvo la de prohibir que sus soldados contrajeran matrimonio.

Sí, sí; eso hizo el buen hombre. Pero no por mala baba, ¿eh? ¡Qué va!, tampoco hay que pensar mal. No es que al tipo lo plantara la novia en el altar y, para desquitarse del berrinche, se le metiera entre ceja y ceja fastidiar la vida amorosa de los demás. Lo que pasa es que, según Claudio, evitando que sus soldados tuvieran esposa aseguraba que rindiesen mejor en el campo de batalla. Vamos que, al no tener preocupaciones personales rondándoles la cabeza, los muchachos se concentraban en el trabajo.

¿He mencionado ya que nuestro Quinto es general? Sí, ¿verdad? Pues, ¡hala! Ahí está. Ya tenemos drama.

Menos mal que siempre hay gente dispuesta a desobedecer las leyes. Sobre todo, las injustas. ¡Un hurra por los rebeldes con causa!

Es aquí donde entra en juego el verdadero protagonista de esta historia, y de este mes de febrero.

Cuenta la leyenda que, en esta Roma de Claudio III tan poco favorable al romance, vivió un sacerdote de nombre Valentín. Se ve que el hombre debía ser todo un romántico porque, aun sabiendo que se la jugaba, se dedicó a casar a esas parejas que por mandato del emperador no podían hacerlo.

Vamos que el pobre Clau se quedó sin su ejercito de hombres enfocados en la batalla y en nada más que la batalla. Si es que eso de querer ponerle puertas al campo…

De este modo, nuestros Quinto y Aurelia alcanzan su final feliz. Ese que tanto nos gusta a las noveleras románticas, como tú y como yo.

Por desgracia, el desenlace de la historia fue muy diferente para el cura Valentín. Bien dicen que «tanto va el cántaro a la fuente que, al final, se rompe» ―ando refranera hoy―, y él casó a tantos enamorados que su fama se extendió y, claro, terminó llegando a oídos de quien no debía saber nada sobre sus ilegales acciones.

El pobre religioso fue encarcelado y condenado a muerte, por decapitación. Pero, en un giro completamente inesperado, su historia aún nos depara una sorpresa final. Y es que durante el tiempo que permaneció encerrado, en espera de que se cumpliera su sentencia, Valentín aún tuvo tiempo de enamorarse ―¡vaya con el curita!―. La elegida por su corazón se llamaba Julia, y era ni más ni menos que la hija de su carcelero.

Por favor, que alguien convierta esto en una novela ¡YA!

El 14 de febrero, día fijado para que Valentín perdiera la cabeza ―en el más literal de los sentidos―, él, en vez de lamentarse por el destino que le aguardaba a escasas horas, aprovechó el tiempo que le quedaba para escribir una carta a la destinataria de sus afectos. En ella, como no podía ser de otra forma, le confesaba su amor a Julia. Así fue como la fecha de su muerte se convirtió en una jornada para festejar el amor.

Pero, ojo, no te empalagues con el azúcar de esta historia antes de tiempo. No quiero pecar de aguafiestas, pero me siento en la obligación de advertirte que todo lo que te he contado debes colocarlo bajo la lupa de la sospecha. Porque, según los historiadores, las andanzas de Valentín ―en adelante, San Valentín, pues, como sabe todo el mundo, el pobre se ganó la santidad después de muerto― es un ardid fabulado por la iglesia de la época. Todo para erradicar una vieja tradición romana ―y, por lo tanto, pagana― relacionada con la fertilidad femenina, la cual se festejaba cada 14 de febrero.

Ahora sí, avisada estás ya. Depende de ti si decides creer que San Valentín, y su labor en favor de los amores prohibidos, existieron o no.

Lo que sí es un hecho constatado es que las andanzas del patrón de los enamorados calaron en la gente prácticamente desde sus orígenes. Para prueba, la Corte del Amor, de Carlos VI de Francia. Una especie de competencia, celebrada el 14 de febrero, en la que los caballeros competían por conseguir el favor de las doncellas. De esto, a las campañas publicitarias de los grandes almacenes que nos bombardean hoy en día, hay solo un tiro de piedra ;-).

Y, ahora, te cedo el testigo. Cuéntame, qué tal te llevas con San Valentín ―con la festividad, no con el santo, que ya me imagino que no lo conociste en persona―. ¿Te gusta comprar regalos, y recibirlos, el 14 de febrero? O, por el contario, eres de las que lo consideran un derroche materialista y sin sentido.

Yo… me quedo a medio camino. Es cierto que a nadie le amarga un dulce, pero, la verdad, prefiero que mi pareja tenga un detalle conmigo cualquier otro día. De improviso, simplemente porque ha visto algo y ha pensado que me puede gustar. Eso de regalar porque lo impone el calendario no me termina de convencer.

¡Nos leemos!

Y que pases un estupendo 14 de febrero, con pareja o sin ella.


Artículo realizado por Adriana Andivia.

Imagen de Tomislav Jakupec en Pixabay

Imagen de Sam en Pixabay

Imagen de Emmerich Jörg Herrich en Pixabay

Loading

IMPORTANTE. Enlaces de compra de Amazon: En calidad de Afiliado de Amazon, obtengo ingresos por las compras adscritas que cumplen los requisitos aplicables.
Back To Top