- Romántica histórica
- Aquel verano
Aquel verano
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Libro 2 de la Serie "Los temerarios"
No están dispuestos a aceptar sus sentimientos; pero... ¿hasta cuándo podrán resistirse?
Alastair, duque de Marwick, está absolutamente abatido: al poco de fallecer su esposa descubre que le era infiel. Ahora se niega a volver a casarse, y con ello la responsabilidad de asegurar una línea sucesoria recae en su hermano, el doctor lord Michael de Grey. Es más, Alastair lo amenaza con cancelar los fondos con los que sufraga su hospital si no sienta la cabeza y busca esposa.
Michael decide huir a Cornualles donde se hará pasar por un medico modesto. Sin embargo, todo se tuerce cuando la hermosa y problemática Liza Chudderley se cruza en su camino. La atracción es inmediata, sin duda, pero el se niega a una relación; y en cuanto a ella, una viuda de la alta sociedad londinense sin un penique en el bolsillo, le urge volver a casarse con un hombre rico... pero un medico de pueblo no encaja con los requisitos.
Opiniones de los usuarios
En este libro me encuentro con una ambientación y unos protagonistas ajenos al modelo de novela romántica al uso, que es lo que busco algunas veces para salir de la rutina romántica mientras alterno con otros géneros.
Desde luego el prólogo ya promete algo fuerte, pero no es así porque el ritmo es pausado debido a un argumento donde los sustos no brillan por su presencia; más bien nos enfrentamos a unos protagonistas, Liza y Michael, con unos intereses ocultos y un revoltijo de sentimientos que están magistralmente descritos a lo largo de toda la historia. Parece mentira que algo tan simple pero complejo a la vez me haya calado tan hondo. Y esto es todo lo que prevalece durante la trama paseándose como Pedro por su casa. No obstante, durante el desenlace, surge un pequeño giro que te pone en guardia hacia el deseado final, donde los protagonistas parecen no despedirse nunca con tanto remoloneo a fin de provocar el efectivo nudo en la garganta.
En esta historia lo más parecido (pero de lejos) a una reunión elitista londinense de tipo pitiminí, es una fiesta pachanguera en mitad del campo con unos secundarios muy variopintos. Entre ellos la pareja protagonista de Marcado por tus caricias. Alucino con la agilidad que tienen las autoras para revolver los protagonistas de unas series con otras (aquí los ojos me dan vueltas como a la difunta Marujita Díaz).
Los demás secundarios ocupan bien su lugar, algunos son habitantes del pueblo que están a cargo de Liza Chudderley (cada vez que leía este apellido me recordaba a la escritora Mary Cholmondeley, por aquello del sonido similar que produce la pronunciación a golpe de trompetilla), como el médico oficial del pueblo, la parturienta... y creo que me falta el bucólico Palo de Mayo al fiel estilo Mary Balogh, que esta vez es sustituido por un baile sobre ascuas ardientes.
El final me ha dejado bizca por la forma en que se resuelve este pequeño Tetris de sentimientos contrariados. Me ha encantado con cuánta pasión el amor de los protagonistas se expone a los ojos de Alastair. Ha sido terminar el libro y volver a leer esta parte, qué bonita.
Me ha gustado mucho más Liza que Michael. Liza es inflexible y tiene las ideas muy claras pero también le atormentan las obligaciones. De una belleza extraordinaria, con un matrimonio sin amor, viuda, con propiedades a su cargo y deudas que afrontar, recién huérfana, alcohólica y para colmo de males su último amante la abandona para obtener una mayor posición social, Liza resiste como un junco hasta que llega Michael de Grey y surgen los titubeos.
La actitud de Michael con su hermano mayor, Alastair (este también tiene un ponche, joe) me pareció infantil. Sin embargo, a medida que avanzaba la historia, Michael me fue ganando poco a poco con su aplomo para afrontar las situaciones. Michael es el segundo de abordo, de profesión médico y libertino por la gracia divina. Sobre los hermanos pesa el escandaloso matrimonio de sus padres y cuando Michael se siente amenazado y traicionado por su hermano, pone tierra de por medio viajando a un pueblecito de Cornualles con el objetivo de hacer reaccionar a Alastair. Pero como la cabra tira para el monte, Michael echa de menos su anterior vida lujuriosa y a la primera de cambio se siente seducido por Liza. Así que ya os podéis imaginar.
Si otro pero le pongo a este protagonista es en el final, "macho, ¿y parte de ese planteamiento no lo podías haber expuesto al principio, durante la pataleta con tu hermano?". En fin, quiero entender que cuando Michael regresa a Londres se siente reforzado porque el amor mueve montañas, y por ende me pareció más maduro. Es verdad que este churri no me ha apasionado tanto como otros, pero por fin un noble (o medio noble por segundón) que la hinca y compagina con los mariconeos propios del libertinaje. En este punto, lo más parecido que encuentro en mi memoria es al protagonista de Pecado y Virtud, de Mary Jo Putney. Quiero recordar que aunque el título le cayó a este por otra vía, ese sí, ese sí que trabajaba esquilando ovejas, mojándose hasta los gayumbos y empinando el codo en todo su esplendor.
En esta relación hay mucho en juego puesto que de Michael y Liza depende el destino de otras personas, los dos se encuentran entre la espada y la pared y no les queda más remedio que protegerse escondiendo su verdadera identidad, y todo en detrimento de su supuesta felicidad porque, en definitiva, da igual, cualquier opción tomada sería perjudicial para ambos. Aquí la expresión "nobleza obliga" tiene cierto sentido y viene como anillo al dedo. La relación es bonita de verdad y hay mucha tensión sexual que se masca desde el primer encuentro con tanto roce por aquí y por allá, poniéndote a cien por hora ni leches. Las escenas en este sentido son preciosas y son las que son porque ellos las quieren, o no, de esta manera.
En general, Aquel verano es una historia sencilla pero bien ovillada dentro de su maravillosa simpleza, con unos protagonistas que tienen mucho mundo interior y unos diálogos muy ingeniosos; divertidos algunos y tristes otros. La única pega que le pongo es el problema que arrastra Liza con la bebida y la indiferencia de Michael al respecto. Desde mi punto de vista, pienso que la autora podría haber sacado más partido a este tema.
En todo caso esta novela me ha ofrecido unas horas de estupenda y compleja lectura, repleta de pensamientos tiernos y apasionados llevados a extremos, ya que Meredith Duran escribe muy bien mientras te hace reflexionar sobre esos pequeños quiebros que voltean los sentimientos en un sentido u otro.
Con sinceridad, al terminar la historia me he chupado los dedos. No he podido evitarlo.
Como la secretaria de Liza, la raruna de Mather, me ha dejado mosqueada, estoy leyendo Engáñame otra vez (manda huevos con los títulos). Por el momento la cosa va bien. Vamos a ver qué pasa con el loco del hermano...