Defensa apasionada de la novela romántica

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Defensa apasionada de la novela romántica

Por Noemí J. Furquet

Quién lo diría. Estamos a mediados de enero y el 2020 a punto ha estado de ponerme ya de mal humor… Abro Twitter y lo primero que leo es a una autora premiada lamentándose de que en su librería habitual la han rechazado porque el género que trabaja «no encaja en su visión». Y, por las respuestas del hilo, no es la única a quien le ha sucedido.

Hace unos días se publicaba en un conocido grupo de Facebook el reto de lectura de este año y uno de los objetivos para completarlo era leer una novela romántica. Fijaos que puede haber todo tipo de pruebas: la finalidad es salir de la zona de confort y abrirse a autores, países o temáticas que a priori no nos atraerían. Sigo la convocatoria desde hace varios años y ya os digo que cumplir todos los puntos no es precisamente fácil. No obstante, por primera vez leo quejas de los participantes. ¿Y de qué se quejan los participantes? Los participantes se quejan —oh, sorpresa— de tener que leer una novela romántica. El argumento más repetido es algo así como que «es un género que no manejo bien y que me da mucha pereza».

Si tenemos en cuenta que es de los géneros que más se leen (según The Economist, la novela romántica se vende más que la ciencia ficción o el misterio), ¿por qué esa ligereza para menospreciarlo? ¿Por qué la gente se niega a leer una clase de libros que, supuestamente, desconoce?

Es curioso, porque con otros géneros no sucede. Aceptemos —a regañadientes, dicho sea de paso— que hay una alta literatura y una literatura «popular». Muy bien. Pues incluso dentro de esta última parece que hay niveles y que la novela romántica es una pobrecita al lado del resto. Nadie forra los libros de suspense para que no se le vean las portadas y si bien hubo un tiempo en que te miraban raro si te declarabas fan de la fantasía y la ciencia ficción, en la actualidad existe hasta un Día del Orgullo Friki.

Sin embargo, parece que leer romántica sea un defecto. ¿Será porque es un género eminentemente femenino? (Aunque hay autores dedicados a lo romántico tan populares como Nicholas Sparks, es escrito y leído eminentemente por mujeres). ¿Será por eso? ¿A estas alturas? ¿Y acaso el amor es solo cosa nuestra? El amor es el motor de grandes historias, como Expiación o El paciente inglés, por no hablar de películas como 500 días juntos o La la land. Y no hace falta irse a los grandes clásicos y al drama, dentro del género romántico hay historias maravillosas con final feliz, que te hacen reír y te hacen llorar; te hacen descubrir paisajes, oficios, épocas o culturas desconocidas. ¿Quién se atrevería a decir que los libros de Elísabet Benavent, Nieves Hidalgo, Carmen Sereno, Loretta Chase o Helen Hoang no son estupendos?

Tal vez vengan a contarme que la novela romántica está llena de tópicos, desde los encuentros casuales chico-chica hasta las grandes mansiones históricas, pasando por los equívocos divertidos y los rudos escoceses, pero ¿qué genero no los tiene? Para mí, de hecho, ahí está la clave de la novela popular (y no solo romántica): cada receta tiene una serie de ingredientes imprescindibles, pero el sabor del plato es obra de la imaginación del cocinero. Y pueden salir unas lentejas requemadas o un suculento y delicioso guiso que te lleve al séptimo cielo.

Reconozco que, durante algunos años, yo misma buscaba excusar mi afición por la novela romántica. Que si estaba muy cansada para leer nada sesudo, que si lo hacía para practicar idiomas… Pero acabé cansada de justificarme y de que se infravalore a grandes autoras por hablar de amor o de deseo femenino sin tapujos. Puede que en alguna ocasión la calidad literaria no sea excelente, pero no me digáis que eso no sucede en cualquier otro género… Baste un ejemplo con otro tipo de libros que me encantan, que conste, pero es que no veo yo a nadie diciendo: «¿Una novela sobre un misterioso asesino en serie? Huy, qué vergüenza, yo no leo esas cosas».

Y lo peor es cuando la crítica no te la esperas. Porque parecía que teníamos superadas ciertas ideas preconcebidas cuando vino aquella periodista a decirnos que Jane Austen es de marujas. Como si ser una maruja fuera algo malo. Como si para apreciar a una autora hubiera que echarle porquería encima a otra. Como si nos sobraran escritoras clásicas. Como si no hubiera otra cosa que hacer que menospreciar las lecturas de los demás…

Basta ver las listas de más vendidos. Basta ver la velocidad a la que se mueven las reseñas en este rincón nuestro. El mercado de la novela romántica es grande y está sanísimo. Si alguien no es capaz de respetar nuestros intereses bibliófilos por sí mismos, al menos debería hacerlo por el dinero que mueven. Pero es que, además, hay historias maravillosas que merecen ser descubiertas. Estoy segura de que cualquiera se acerque al género con una actitud libre de prejuicios se quedará. Hay novelas divertidas, profundas y llenas de aventuras. ¿Quién no disfrutaría de la historia de esa mujer que se encuentra a sí misma en un pueblito de California? ¿O del fino humor de una novela Regency?

El valor de un libro está en el buen hacer de su autor, no en el género en que se suscribe. Pero, a pesar de que cada vez hay más adaptaciones de novela romántica a otros formatos —otra prueba de su buena salud—, parece que el sentimiento de superioridad intelectual sigue ahí, y que solo nos tenemos a nosotras para reivindicar el género.

Para empezar, como resolución de Año Nuevo y aprovechando que aún estamos en enero, me propongo seguir defendiendo un género que tan buenos momentos me da. Autoras como Mary BaloghFlorencia Bonelli o Ana Iturgaiz y, sobre todo, cualquiera de nosotras como lectoras y las que vengan después bien lo merecemos. Aunque tal vez lo que necesitemos sea un Día del Orgullo Romántico…

Artículo realizado por Noemí J. Furquet.

Imágenes de Pixabay.

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