¿Sabías que…? El lunar artificial o «mosca»

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¿Sabías que…? El lunar artificial o «mosca»

El lunar artificial o «mosca»

En mi última novela hago referencia a una pequeña pieza de tela de tafetán, que se adhiere a la piel, llamada «mosca», pero ¿qué es?

Pues en realidad se conoce más como lunar artificial o postizo.

Cuando pienso en Francia, en esas épocas en que se llevaban las gigantescas pelucas, las caras pálidas maquilladas con el polvo de arroz y todas esas puntillas y adornos, una de las primeras imágenes que se me pasa por la cabeza es la de madame de Pompadour y sus lunares artificiales.

La verdad es que las famosas «moscas» («mouche»), nombre que le dieron los franceses por ser algo desconcertante, que servían para adornar el rostro, se empezaron a usar en Roma y básicamente se utilizaban para ocultar verrugas, cicatrices y granos. Cuanto más grande era el sitio a cubrir, más grande era el lunar.

También se llevaron en Oriente, donde las mujeres se los colocaban en la barbilla como decoración. En La India reciben el nombre de «Bindi», y se colocan en la parte superior del entrecejo.

Sin embargo, cuando el lunar artificial causó más furor fue durante la epidemia de la viruela. Esta enfermedad ocasionaba tantas cicatrices en la cara, que todos, ya fuesen hombres o mujeres, se cubrían las señales, llegando incluso a llevar dos y tres lunares.

Hace poco, mientras buscaba información, llegué a leer que hasta en el cuento de La Cenicienta, las hermanastras iban a comprarlos a una mercería. Y, por cierto, se guardaban en cajitas parecidas a las polveras.

En la época del Cardenal Richelieu estas piezas tenían forma de flores, bestias, media luna, estrella, etc.

Con el tiempo los lunares fueron admitidos como un elemento más del maquillaje y los colocaban como mero placer estético, tanto en la cara, como en la espalda o el pecho.

Existía un efectivo lenguaje sobre la correcta colocación de los lunares sobre el rostro. Una especie de código de significados en función de su ubicación. Por ejemplo, puesto sobre una verruga sugería timidez; en la mejilla izquierda señalaba a una mujer casada; en la derecha a un dama comprometida; en la nariz desvergüenza; en la frente era símbolo de realeza y junto a la boca besadora o besucón.

Madame de Pompadour utilizaba este tafetán para señalar con sus lunarcitos las diferentes posiciones de las fuerzas militares al Mariscal d’Estreés, en las campañas de 1750. Ella era de los pocos personajes de Francia a la que el Rey, Luis XV, seguía permitiendo el uso de antifaz en la Corte, algo por cierto habitual en Francia hasta el reinado de su monarca Enrique IV. Eso sí, utilizaba lunares sobre el antifaz para adaptarse a la moda, tal y como lo acostumbraban a hacer en Venecia donde buena parte de las máscaras de carnaval los llevaban.

Hay quienes suponían que la colocación de los lunares era complicado: un lunar en la parte inferior de la mejilla podía engordar la cara; si se colocaba cerca del ojo podía obligarnos a bizquear… Por tanto, dependiendo del rostro, cada uno lo llevaba de manera personalizada.

En los rostros de las damas inglesas se podían encontrar hasta quince o veinte parches, llevándolo tanto las jóvenes, como las madres y las viejas. La sociedad inglesa no comprendió que la intención de los lunares era para realzar la belleza y no para enumerar la cantidad de defectos que debían ocultar.

En el cine, algunos actores y actrices también usaron estos postizos, en ocasiones eran pintados: Roger Moore, Cindy Crawford, Marylin Monroe o Madonna, entre otros muchos.


*Artículo realizado por la autora Sandra Bree.

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