¿Cuántas veces nos hemos enfrentado a la insultante cuestión de si la novela romántica sirve, aporta o enseña algo? ¿Cuántas veces más tendremos que buscar justificación, como si leer romántica fuera pecado? ¿Cuántas veces tendremos que jurar por lo bajini en arameo por no partirle los dientes al enterado de turno?
Habrase visto, el año pasado, sin ir más lejos, aprendí que se puede estar Más muerto que nunca y que hay un tío en la tumba de al lado, ahí es na, para que luego digan. Cierto es que el susto que me metió cuando me espetó: Grita para mí, no fue nada comparado con el Desnúdate para mí que le siguió.
Ya me veía en el noticiario bajo el titular: la verdadera historia de La dama y el vampiro. Y claro, como no podía ser de otra forma me entró una Lujuria animal que vino acompañada del consiguiente Llanto de pasión antes de sentirme totalmente Domada por amor.
Con todo, no me quejo, fue una original forma de entrar en EL club de un Matrimonio a la fuerza. Pero, ¿sabéis qué? ahora soy la envidia de mis amigas. Y es que, queridas, no hay nada como conocer Los peligros de perseguir a un príncipe, saber Cómo casarse con un marqués y terminar teniendo en tu lecho a un Amante eterno y bien despierto.
Ahora en serio, ¿cuándo se enterarán las editoriales que con esos títulos más que ganar lectoras van a terminar consiguiendo que salgamos corriendo en dirección contraria por cientos? ¿Cuándo tendrán la deferencia de ofrecernos unas novelas con títulos que no nos hagan pasar las de Caín al solicitarlas? Si pueden cambiar las portadas originales ¿no sería posible también retitular las obras?
Sinceramente, no puedo culpar la mala impresión que se tiene de este género cuando la primera tarjeta de presentación es como para meter la cabeza en el bolso y no volver a sacarla en la vida.
Ya me gustaría a mí que se tuvieran que enfrentar a mi librero con una buena lista de los hermosos títulos con los que nos deleitan. A ver cómo se las apañan cuando vean la tensión que se apodera de él cuando le susurras un Ríndete amor mío o Ámame, canalla. Seguro que entonces les daba por variar su política y empezábamos a tener el gusto de pedir, alto y claro, las novedades que queremos llevarnos a casa.
Y vosotras ¿qué opináis de los títulos? ¿Creéis que influyen en el mal concepto que se tiene de este tipo de literatura?
