Me llamó enormemente la atención un artículo de Anna Casanovas publicado en El Rincón Romántico, donde decía que algunas cuestiones acontecidas en la época de la Regencia eran tomadas muy normales por las lectoras románticas, pero que en la vida real resultarían absurdas.
Anna tiene mucha razón al mencionar varios sucesos, como que la protagonista es una experta suturera en cuestiones de heridas, o que aunque no se duchaban muy a menudo podían estar en un baile rodeados de cientos de personas y el mal olor no era percibido.
He de confesar que me arrancó una sonrisa, pues yo ya había pensado en que algunas cosas de estas novelas no eran demasiado congruentes. Específicamente en lo que a la higiene bucal se refiere.
Y díganme que me equivoco si es así, pero ¿cómo es posible que todos los protagonistas tengan sonrisa de comercial de crema dental, si no se lavaban los dientes? O peor aún, ¿eran tan superficiales los besos como para no sentir la halitosis?
Por que yo no podría darle un beso a mi esposo sin antes lavarme los dientes, o por lo menos una pastillita de menta para disimular el olor.
Pero suponía que algún remedio tendrían por aquellas épocas, así que me di a la tarea de investigar, y he aquí mis descubrimientos:
Lo primero que se utilizó fue algo parecido a un cepillo de dientes y después surgió la crema dental.
Diversas formas de higiene dental han sido practicadas desde la prehistoria por el hombre. Esto ha sido verificado a través de excavaciones realizadas en distintos lugares del mundo. En las mismas se han encontrado instrumentos como ramas masticadas en un extremo hasta volverlas suaves y aptas para la remoción de restos y sedimentos bucales (en general provenientes de árboles con cualidades antisépticas), plumas de aves, huesos de animales o púas de puerco espín.
El descubrimiento mas antiguo data de hace mas de 4000 años, en Egipto. La primera pasta dentífrica fue creada por ellos y era llamada clisterate. Para fabricarla se mezclaba piedra pómez pulverizada, sal, pimienta, agua, uñas de buey, cáscara de huevo y mirra. Sin embargo, el dentífrico no sería de uso común hasta el siglo XIX. El uso de utensilios para la limpieza bucal era para los faraones y personajes de alto rango.
El cepillo de dientes lo creó, según la Asociación Dental Estadounidense, un emperador chino en 1498; que puso cerdas de cerdo en un mango de hueso. Los mercaderes que visitaban China introdujeron el cepillo entre los europeos, si bien no fueron muy comunes en occidente hasta el siglo XVII. Sin embargo, en aquellos tiempos los europeos preferían cepillos dentales más blandos confeccionados con pelos de caballo. También era común mondarse los dientes tras la comida con una pluma de ave o utilizar mondadientes de bronce o plata. Existió no obstante, un método más antiguo de cepillarse los dientes con un trozo de tela que se utilizaba en Europa desde tiempos de los romanos.
Pero el cepillo de dientes tal y como hoy lo conocemos fue un invento del siglo XVII. Sin embargo, no todos podían permitirse el lujo de tener uno: a principios del siglo XX tener un cepillo de dientes estaba reservado sólo para los muy ricos pues el mango era de marfil y las cerdas naturales, lo que encarecía de manera significativa su coste.
Fue en 1930 cuando hicieron su aparición los primeros cepillos de plástico, mucho más económicos y antecesores directos de los que hoy hay en nuestros cuartos de baño.
Encontré, además, algunos datos curiosos:
1.- Hay quienes afirman que se usaba orina humana, pues además de limpiar los dientes, blanqueaban.
2.- En algunos lugares se usa el carbón resultante de quemar tortilla de maíz.
3.- También es utilizado el bicarbonato, y en su defecto agua con sal.
4.- Algunas tribus de nativos de Australia y África aún usan los rudimentarios cepillos hechos de varas para mantener limpia su dentadura.
5.- Plino el Joven (61-113 d. C.) afirmaba que utilizar el cañón de una pluma de buitre para limpiar los dientes podía producir halitosis, o mal aliento, y sin embargo le gustaba emplear una púa de puercoespín porque, según él, «mantenía los dientes firmes».
6.- Aristóteles, aconsejaba a Alejandro el Grande que cada mañana diera un masaje a sus dientes con un paño fino de lino que fuera ligeramente áspero.
7.- Antes del s. XIX la mayoría de los jóvenes europeos no mayores de 25 años, perdían piezas dentales por no lavarse los dientes.
Y así hay tantas curiosidades más.
La verdad, es que yo prefiero quedarme con la idea de que nuestros protagonistas de novelas románticas históricas, pertenecían al escaso 20% (aproximadamente) de la población mundial que se preocupaba por su higiene bucal, y que por ende, tenían una dentadura perfecta y una sonrisa resplandeciente. Además, de no ser así, seguramente los besos descritos en las novelas no serían tan apasionados.
¿Tú que opinas?
Artículo realizado por Deisy Rubiyal.
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Información obtenida de www.wikipedia.com y www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol16num1/articulos/cepillodd/cepillodd.htm