¿De qué hablamos cuando hablamos de clean romance?

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¿De qué hablamos cuando hablamos de clean romance?

Tenemos la suerte de vivir en una época en la que hay novelas para todos los gustos. Con la fragmentación editorial y las nuevas formas de publicación y autopublicación, es difícil no dar con un libro que se adapte perfectamente a nuestros deseos. Esto también es aplicable a la novela romántica y, según el día, podemos decantarnos por las historias más turbulentas, atrevidas y casi casi tabús, o bien por historias más sutiles y pudorosas. Entre estas últimas encontraríamos lo que se ha dado en denominar clean romance. Pero ¿qué es exactamente? ¿Cuál es su interés?

Para empezar, situémonos en el tiempo y el espacio.

La novela romántica había sido por naturaleza un género «limpio» hasta hace relativamente poco. Según explica Maya Rodale en Dangerous Books for Girls, el género romántico tal y como lo conocemos hoy en día habría nacido con La llama y la flor, de Kathleen E. Woodiwiss, y sería la consecuencia natural de la revolución sexual de los años setenta del siglo pasado.

Aun así, el género experimentó un nuevo revulsivo con, cómo no, la famosísima trilogía de E. L. James Cincuenta sombras de Grey, que provocó toda una oleada de imitaciones, inspiraciones y recreaciones. Parecía que lo erótico era inseparable de la novela romántica.

Pues bien, no ha sido exactamente así. El subgénero clean romance surge precisamente como respuesta a esa deriva, cada vez más explícita y descarnada, de lo romántico. Sería algo así como una vuelta a las raíces y una recuperación de los valores amorosos «limpios». Menos D. H. Lawrence y más Georgette Heyer.

En la actualidad, de acuerdo con los analistas de k-lytics, las ventas de clean romance se habrían multiplicado por ocho en los últimos tres años. Cuestión de acción y reacción.

Una vez visto de dónde viene y a dónde parece que está llegando, llegamos a la pregunta clave: ¿qué es exactamente el subgénero clean romance?

Lo primero que llama la atención es su propia denominación: clean romance, o «romance limpio». Ni siquiera voy a incidir en el hecho de que se emplee el término en inglés; asumo que es una simple cuestión de moda y, al fin y al cabo, denominarlo «blanco» sería aún peor. Pero ¿por qué «limpio»?

La característica principal y en la que casi todos coinciden al hablar de clean romance es la ausencia de sexo explícito. Ajá, muy bien, ¿así que eso es lo que hace que una novela sea «limpia»? ¡Como si el sexo fuera sucio! Sin embargo, como ahora veremos, esta característica no es la única y tampoco hay unanimidad a la hora de delimitar el subgénero.

En efecto, en el clean romance no hay sexo explícito, pero sí hay tensión sexual y sí hay historia de amor; si no, no habría romance. Pero se trata de relaciones en las que priman los sentimientos y las emociones sobre el acto físico. Además, cuando se dan relaciones sexuales, el autor «cierra la puerta» y deja que los protagonistas disfruten de su intimidad… en la intimidad.

A partir de aquí, la definición de clean romance deja de estar tan clara y hay tantas interpretaciones como lectores: que si los protagonistas viven o no viven juntos, que si puede haber sexo antes del matrimonio o no, que si la tensión sexual se puede insinuar o no, que hasta dónde pueden llegar las relaciones físicas…

La segunda característica tiene que ver con el lenguaje. En principio, en este subgénero no hay lenguaje obsceno o malsonante, ni expletivos o interjecciones soeces. Aunque aquí, una vez más, habría que ver dónde se pone el límite. Recuerdo divertida lo malhablados que eran los personajes de Treinta noches con Olivia, de Noe Casado, un novelón erótico de alto voltaje, pero no sabría decir cuántos «mierda» habría que sembrar en una novela «limpia» para ensuciarla.

Otra característica que suele atribuírsele al clean romance es la ausencia de violencia. En este caso, sin embargo, creo que no se trata tanto de que esta no exista como de su tratamiento: por ejemplo, en la novela puede haber una violación o un asesinato, pero el autor no se detendría a describirlos (ni, por supuesto, a restarles importancia o usarlos como mero instrumento).

Lo mismo sucedería con la presencia de drogas y alcohol, que no tendrían cabida en este tipo de novelas más que para condenar su uso o para ponerlos como contraejemplos de una vida correcta.

Por último, creo que hay que destacar los paratextos de este tipo de novelas. Aunque todo dependerá de los vaivenes de las modas, en el clean romance no suele haber lugar para esas portadas con torsos desnudos y aceitados, ni para esas mujeres ligeras de ropa y en actitud insinuante, por no hablar de todas esas «enigmáticas» portadas en tonos casi negros con máscaras, grilletes y demás objetos evocadores del BDSM. Antes bien, en el romance limpio abundan las ilustraciones desenfadadas con colores llamativos, sobre todo en el caso de novela contemporánea, y los retratos difuminados de mujeres, mansiones o paisajes en las novelas históricas.

Cualquiera diría que, con esas características, las novelas van a ser un tostón, protagonizadas por unos personajes cándidos o santurrones. Nada más lejos de la realidad. Los personajes no tienen por qué ser perfectos: pueden tener un pasado y, por supuesto, pueden cometer errores. Es más una cuestión del cómo se tratan los hechos que de lo que puede o no puede suceder en la novela. Y de dónde se encontrarán los personajes al cerrar las páginas del libro.

Llegados a este punto, creo importante hacer una puntualización. Clean romance no es lo mismo que romance inspiracional: este último sería un (sub)subgénero de aquel. Así, el clean romance puede tener un componente cultural o religioso que marque toda la novela, como sucede, por ejemplo, en Unmarriageable, de Soniah Kamal y Aysha at last, de Uzma Jalaludin, dos excelentes novelas en las que se recrea Orgullo y prejuicio en la actualidad y en un entorno musulmán. Pero en la novela inspiracional, además, ese componente religioso tiene una moral que difundir y unos valores que predicar.

Aunque el subgénero inspiracional no se encuentra tan extendido en España como en Estados Unidos (solo apuntaré dos títulos: A Funny Thing Happened on the Way to your Wedding, de Cindy K. Green, en novela contemporánea, o The Bridesmaid, de Beverly Lewis, en novela histórica), en nuestro idioma también podemos encontrar novelas como La dama de Hawthorne, de Kristi Ann Hunter, o La ley del corazón, de Amy Harmon. Y tengo que admitir que, si hay autores que escriban romance inspiracional directamente en español, yo aún no los he encontrado…

En cuanto al clean romance en el sentido más amplio, abundan los ejemplos. De hecho, en este mismo sitio web ya se han recomendado algunos. Personalmente, de entre las autoras que lo cultivan, me gustan mucho Julie Klassen, Alice Kellen y Manuela Inusa (hace poquísimo que me enteré de que ya estaba disponible La tetería de la felicidad en castellano y me llevé una alegría).

Parece evidente, pues, que no necesitamos sexo para que una novela romántica funcione. Ahora bien, ¿hace falta tensión sexual? ¿Cómo se puede representar y hasta dónde se puede llegar en su plasmación? Hemos visto que las líneas entre lo que es limpio y lo que no pueden llegar a ser difusas. Pero es que los problemas de definición son algo propio de la novela romántica. Según José de la Rosa, en Tú puedes escribir una novela romántica, «cualquier novela cuya trama principal, y de forma destacada como para imprimir su carácter a la totalidad de la obra, sea una historia de amor, puede ser considerada novela romántica». Como definición resulta convincente, pero ¿basta con una historia de amor? ¿Es, sin ir más lejos, El amor en los tiempos del cólera una novela romántica? ¿Podría incluso ser un clean romance?

Esas son cuestiones que yo no soy capaz de responder. Solo sé que, igual que en ocasiones me apetece leer realismo sucio, ciencia ficción o novela policíaca, a veces me apetece disfrutar de una historia de amor, con sexo explícito o sin él. Y puede que en este caso las etiquetas, aunque imperfectas, sean útiles.

Así que termino con más preguntas: ¿creéis que, igual que en algunos cedés se indica que las letras de las canciones son explícitas, se debería avisar del contenido violento, agresivo o sexual de las novelas románticas? ¿Basta con fiarse de las sinopsis de las páginas web o con el diseño de las portadas? Y, por supuesto, ¿os fijáis a la hora de leer una novela si esta es «limpia» o no? ¿Sois aficionadas al clean romance? ¿Y a la novela inspiracional? Si lo sois, no dejéis de recomendarme vuestros títulos favoritos. Al fin y al cabo, nunca se sabe qué me va a apetecer leer el próximo fin de semana.


Artículo realizado por Noemí J. Furquet.

Imágenes de Pixabay.

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