A l@s lector@s de romántica la sola mención de las Highlands ya nos aguijonea la imaginación. ¿A que sí? Cuántas novelas no habremos leído con los verdes parajes de las tierras altas de Escocia y el turbulento pasado de la zona como telón de fondo. Y todas ellas tienen algo en común: la aparición de un imponente guerrero de torso musculoso, brazos poderosos y rebelde melena ―lo estoy viendo, lo estoy viendo― que surge entre la bruma vistiendo… ¡una falda! Sí, una parecida a la del uniforme del cole que odiabas ponerte cuando eras peque. La misma que, si es tu vecino del quinto quien la lleva, hará que te desternillases de risa en su propia cara ―¡malvad@!― Pero, claro, es que el chico, por más majo que sea, no se parece ni de lejos a Jamie Fraser. ¡Qué me vas a contar! Sí, yo te entiendo. ¡Qué pantorrillas tiene este hombre, por Dios!
Dejando de lado la broma facilona, lo cierto es que lo que llamamos “falda escocesa” es algo bastante solemne para los habitantes del país que le da nombre. Un símbolo nacional que sus hombres visten con orgullo. Un asunto muy serio, en definitiva. Así que, si te parece, vamos a investigar un poco el origen de la prenda para que la próxima vez que imagines al héroe highlander de tu novela lo hagas con conocimiento de causa.
Para empezar, nada de falda escocesa; esta indumentaria tan característica se llama kilt ―esto seguro que ya lo sabes― o tartán. También se la puede denominar de esta manera por la tela que se emplea en su elaboración.
El tartán es un tejido originario de las Highlands, y se confecciona siguiendo un patrón de rayas tanto verticales como horizontales que se entrecruzan sobre un fondo de color. A este entramado de líneas se le da el nombre de sett y, aunque hoy en día el estampado se consigue gracias a los procesos industriales que se utilizan para la elaboración de todo tipo de ropa, los antiguos highlanders ―que lo tenían mucho más chungo que nosotros para estar a la moda― usaban musgo y bayas para conseguir la coloración del tejido.
El Kilt es básicamente un tozo de tartán sin forma y de unos cinco metros de largo, que se enrolla alrededor de la cintura y se ajusta a ella con un alfiler; el cual une las dos partes de la pieza delante del cuerpo. Naturalmente sobra un montón de tela, una cintura de cinco metros… Es un poquito exagerada, ¿no? ¿Qué se hace, entonces, con el sobrante? Pues se echa sobre un hombro. Esta imagen seguro que también la tienes fresca. Acuérdate de esas portadas en las que solo se ve el pecho del protagonista…
Bueno, ya está. Para, por Dios, para. Deja de imaginar que nos perdemos.
Regresemos al tema.
La indumentaria de los habitantes de las tierras altas escocesas se hizo popular cuando los regimientos de la zona que servían junto al ejército británico hicieron de ella, por así decirlo, su uniforme militar. Y el atuendo del típico aguerrido highlander, que aparece en nuestros libros, se completa con otros elementos que, sin ser la falda que de inmediato nos viene a mente al pensar en ellos, también son abalorios fundamentales del Kilt de la época. Se trata del sporran, que en gaélico significa monedero y es, ni más ni menos, que eso: una bolsita que también va atada a la cintura, sobre el tartán. Y un sgian dubh, una daga de pequeño tamaño que se guardaba en los calcetines. Por lo que pudiera pasar, que ya sabes que eran tiempos difíciles y mejor ir prevenido.
No te descubro nada si te digo que el kilt se usa aún en la actualidad. Los escoceses recurren a su vestimenta tradicional para engalanarse en ocasiones especiales, como las bodas. Lo hemos visto en infinidad de películas. Por ejemplo, la famosísima Cuatro bodas y un funeral.
Ahora, sobre la ancestral duda que asalta a la humanidad al pensar en si los escoceses llevan o no llevan ropa interior bajo el kilt… No tengo ni idea, no he sido capaz de encontrar información fidedigna al respecto. Pero tú tranquil@, que si me topo con el mentado Frazier ya me encargo yo de comprobarlo. ¡Prometido!
Artículo realizado por Adriana Andivia.
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