¿Sabías que…? Jorge III, el rey de la Regencia

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¿Sabías que…? Jorge III, el rey de la Regencia

Ya sé que la aclaración sobra pero, solo por si andas un poco despistad@, te diré que no estamos hablando del último autor bestbeller. De modo que deja el bolso y el abrigo, tan imprescindible todavía a estas alturas de abril, que no es necesario que vayas corriendo a tu librería de cabecera.

Jorge III es un rey de los de verdad, de esos que tienen litros de sangre azul corriéndole por las venas. Ignoro si al buen hombre le gustaba escribir, tampoco tengo claro si era un romántico. Pero de su vinculación con este género literario que tanto nos gusta no me cabe la menor duda. Y es que son muchas las autoras que, hoy en día, utilizan su reinado como telón de fondo para las historias que nos narran. Concretamente, la última parte de este, la cual abarca desde el año 1811 hasta 1820. Esta es la época que conocemos como Regencia.

Ahora ya estás completamente ubicad@, ¿a qué sí? Son tantas y tantas las novelas ambientadas en la Regencia que se las considera un subgénero a parte de la histórica. Pero, ¿te apetece que profundicemos un poco en este periodo y en la principal figura que se esconde tras él?

Para empezar, vamos a dejar claro una cosa: si por algo se ha conocido siempre al pobre Jorge III ha sido por su locura. Incluso por encima de sus méritos como soberano.

Le tocó vivir una época difícil, bastante convulsa desde un punto de vista histórico. Por un lado, fue coetáneo de Bonaparte quien, como sabes, se empeñó en expandir sus dominios por toda Europa. Un pulso del que nuestro rey no salió mal parado al conseguir poner cortapisas a la hegemonía marítima del francés. Por otro, hubo de lidiar con las insurrecciones en las colonias de Norteamérica, que clamaban por su independencia de la metrópoli. Independencia que, todo sea dicho, el soberano se negó a reconocer en un primer momento.

Con todo, haciendo un balance objetivo de su reinado es justo reconocer que gracias a su labor política Gran Bretaña se convirtió en una de las grandes potencias de la época. Aun así, como decía Julia Roberts en Pretty Woman, «lo malo siempre es más fácil de creer». También de recordar. Es por eso que los logros de Jorge III quedan con frecuencia opacados en favor de sus muchas excentricidades.

Fue un bebé prematuro y, desde muy joven, dio muestra de tener una personalidad particular y de ser mentalmente inestable. Hoy se cree que padecía porfiria, y un análisis de ADN obtenido de un cabello del monarca reveló, en 2004, que presentaba una gran concentración de arsénico en sangre.

Sea cual fuere el motivo de su demencia, lo cierto es que a nadie le extrañaba verlo pasear por los jardines de palacio como Dios lo trajo al mundo; hablando con árboles, patos y ocas. Era un gran orador y eso sí que no hay quién se lo ponga en duda. El bueno de Jorge era capaz de pasarse horas dándole a la húmeda. Así que me imagino que los pobres criados debían correr como alma que lleva el diablo cada vez que lo veían aparecer por las esquinas, para que no los cogiese por banda y los enredase en una de sus tertulias.

La situación se volvió insostenible hacia el final de su vida. En 1811 Jorge III fue declarado incapaz y encerrado en el castillo de Windsor, donde permaneció hasta su muerte. Comienza entonces la regencia que tantas veces hemos mencionado y tanto juego da a las autoras de Romántica Histórica, la cual recayó en la persona del mayor de sus quince hijos, Jorge IV.

El triste desenlace se produjo en diciembre de 1820 cuando, después de marcarse un monólogo que se prolongó algo más de dos días, el rey loco, además de acabar con la boca seca ―esto no lo dicen las crónicas, pero es de sentido común―, perdió el conocimiento y falleció.
Hasta aquí la clase de Historia de hoy.

El resto ya lo conoces. No sé si tendrá algo que ver con la locura, que ya sabes que suele vincularse al amor, pero, durante los tristes años que Jorge III pasó en Windsor, Gran Bretaña se convirtió en territorio de encantadores crápulas, doncellas no tan indefensas como aparentaban y apasionados romances. Eso, al menos, es lo que hemos aprendido en los libros.


Artículo realizado por Adriana Andivia

Imágenes del castillo de Windsor de Pixabay

Imagen de Jorge III de Allan Ramsay, Public domain, via Wikimedia Commons.

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