Detalle de la opinión

4.7 3 0.5
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Romántica histórica 81
Novela que te hace creer en la magia de la romántica
Valoración
 
5.0
Annabel Wheaton está a punto de casarse, aunque el amor no forma parte de sus planes. Bien sabe ella que sólo conduce a un corazón roto. Su prometido es Bernard Alastair, el Conde de Rumsford, un noble empobrecido, necesitado del dinero que el enlace con la joven heredera americana le reportará. A cambio, Annabel conseguirá el respeto que sólo un título aristocrático puede darle y, con ello, logrará que su hermana menor, Dinah, sea recibida con los brazos abiertos por la sociedad londinense; no como le sucediera a ella en su presentación en sociedad, allá en Nueva York.

Abordo del transatlántico que los conduce de Nueva York a Londres, Annabel y Rumsford celebrarán su matrimonio, una unión sustentada en un respeto y aprecio mutuos.

El problema subyace en que el tío de Annabel, no ve con buenos ojos la elección de marido que ha hecho su sobrina y está dispuesto a echar mano de todos los recursos a su alcance para evitar que su adorada sobrina cometa el que considera será el mayor error de su vida.
Para ello cuenta con un alocado y arriesgado plan de nombre Christian Du Quesne. Du Quesne es el nuevo duque de Scarborough, tras la muerte de su hermano mayor, pero como Rumsford, tiene las arcas vacías. Arthur Ransom le ofrece medio millón de dólares si logra hacer cambiar de parecer a Annabel y, evitar así, que se case con Rumsford.

Christian sufrió en sus propias carnes a dónde conduce un matrimonio concertado, sin amor, basado en el deber a su familia. Cree que la tarea de disuadir a la americana de que cometa el error de casarse con el conde de Rumsford no será muy complicada. Después de todo conoce bien a Rumsford, un aristócrata pomposo y arrogante que, con sus infidelidades e indiferencia, poco a poco, irá extinguiendo la luz que desprende Annabel.
Ya abordo del Atlántico, comienza a acercarse a la americana, instruyéndola en la vida de la nobleza, las normas latentes y la cruda realidad de los matrimonios ingleses; tal vez exagerando un poco, puede ser, pero lo hace por el bien de la joven, se dice.

Sin embargo, poco a poco comienza a sentirse atraído por la mujer cuyo matrimonio debe impedir. Ya no sólo es cuestión de dinero, sino que la idea de verla atada a ese vanidoso y altanero de Rumsford le resulta insoportable.
Finalmente logra su cometido; el resultado es una boda suspendida y una novia plantada en altar.
Para salvar el honor de la dama, un caballero haría la proposición correcta. Pero, Christian Du Quesne, el duque de Scarborough, no se jacta de ser un caballero precisamente y, en su lugar, opta por buscar otra alternativa...

Leer una novela de Laura Lee Guhrke siempre me deja con una sonrisa en los labios, como Campanadas de boda, la tercera de las historias que componen la saga Plantadas en el altar.
Se trata de una historia sencilla pero impregnada de la dulzura y sentido del humor intrínseco a la magistral pluma de Laura Lee Guhrke.

Ambientada a comienzos del siglo XX, Campanadas de boda comienza su travesía abordo de un transatlántico, donde se conocen Christian Du Quesne y Annabel Wheaton.
La pareja son un claro ejemplo del tipo de matrimonios tan en boga en esa época: aristócratas ingleses arruinados que buscan dinero fresco gracias al enlace con herederas americanas de gran fortuna, pero sin el abolengo de un título.

El nuevo duque de Scarborough es uno de esos nobles, pero éste en particular no busca esposa, pese a que ahora es su deber perpetuar el nombre de los Du Quesne. Algo que es reacio a hacer. Quince años atrás, cumpliendo los deseos de su familia, se casó con una jovencita americana, y el matrimonio fue un desastre que le dejó cicatrices de por vida.

Annabel es una joven heredera, cuyo padre, un alocado y soñador americano, amasó una gran fortuna gracias a la explotación de minas de oro. Pero ni siquiera el dinero logró que a ojos de la alta sociedad neoyorquina se la considerase digna de ser acogida en su seno.
Herida por ello, así como por el fracaso de su primer amor, Annabel no aspira a casarse por amor. Sólo busca respeto y estabilidad. Y cree haberlas encontrado en el Conde de Rumsford hasta que el apuesto Christian Du Quesne irrumpe en su vida.

Campanadas de boda comienza a desarrollarse en un entorno original, novedoso y, gracias a ello, y a la química entre Christian y Annabel te va atrapando a medida que tienen lugar encuentros a escondidas en el transatlántico, donde el duque Scarborough instruye la americana en las normas de la sociedad inglesa. Miradas furtivas y conversaciones susurradas en las bodegas del barco despiertan entre los jóvenes sentimientos que no tienen cabida en sus planes.
Es cierto que, tras atracar en Londres, el entorno cambia radicalmente y nos encontramos entre los salones de bailes, reuniones y enclaves habituales en la capital inglesa, con lo que el marco donde transcurre la novela no difiere del de otras. Pero es una historia que a mí, sinceramente, me ha embelesado de principio a fin.

En mi opinión -al menos es la sensación que me ha provocado- entre Annabel y Christian existe una corriente que traspasa el papel. Los sentimientos palpitan y parecen cobrar vida a medida avanza la lectura.
Forman una pareja peculiar pero de esas que no puedes imaginar el uno sin el otro.

Annabel es irreverente, alocada y osada, pero bajo esa apariencia fría y determinada que muestra, se esconde un corazón vulnerable aún marcado por las heridas del pasado. Bajo la fachada despilfarradora e irresponsable de Christian Du Quesne, también, se agazapa un hombre acosado por remordimientos, que no confía en hacer feliz a una mujer tan vibrante y apasionada como Annabel.

Dejando de lado ese inicio abordo del barco, tal vez la novela no puede parecer ingeniosa en demasía, pero a través de mano y la pluma prodigiosa de Laura Lee Guhrke, se nos cuenta una preciosa historia de amor, donde sus protagonistas descubrirán que aun bajo la niebla y la lluvia de Londres brilla el amor; incluso para dos seres desconfiados que no creen en el amor eterno.

Como siempre que termino una novela de Laura Lee Gurhrke, aún con los sentimientos a flor de piel, embelesada por la sencillez y ternura que desprenden sus libros, debo decir que es un placer indescriptible leer novelas como ésta, que terminas con una sonrisa en los labios; novelas que te hacen seguir creyendo en la magia de la novela romántica.
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