Detalle de la opinión

3.5 3 0.5
un_romance_imperdonable_mb
Romántica histórica 114
Una agradable y, a su modo, romántica lectura
Valoración
 
4.0
2º de la serie Cuatro jinetes del Apocalipsis

Han transcurrido siete años desde que Kenneth Woodfall se convirtiera en el nuevo Conde de Haverford, siete años en que ha estado ausente. Tras la derrota de Napoleón y el fin de la guerra regresa a Inglaterra y visita por primera vez su hogar en Cornualles. Al llegar descubre que nada ha cambiado demasiado, ni siquiera la enemistad entre los Hayes y los Woodfall.

Dicha enemistad se remonta a más de un siglo, cuando el entonces Conde de Haverford acusó al barón de Dunbarton de contrabando. Si bien hubo una época en que, desafiando a los adultos, Kenneth, Moira y Sean Hayes compartieron juegos de infancia, e incluso Moira y Kenneth se enamoraron, la enemistad resurgió tras un incidente entre Kenneth y Sean. Más tarde Kenneth y Sean se unieron al ejército, donde Hayes murió. Ahora la baronía ha pasado a manos de un primo distante, Edwin Baillie, y Kenneth es el nuevo Conde de Haverford.

Al regresar a Cornualles y reencontrarse con Moira, Kenneth descubre que se ha convertido en una joven muy atractiva. Sin poseer una belleza deslumbrante, sigue atrayéndole como ninguna otra mujer lo ha logrado. Pero Moira lo trata con frialdad y, además, se ha comprometido con el barón Edwin Baillie, que parece interesado en que las rencillas entre ambas familias acaben.

Los intentos del nuevo barón por estrechar lazos con el nuevo Conde son evidentes y, finalmente, logra ser invitado a la fiesta celebrada con motivo de la Navidad. Cuando Edwin debe abandonar la celebración antes de tiempo, confía a su prometida al Conde, pero Moira decide regresar sola a casa.
Cuando Kenneth descubre su ausencia, sale en su busca pero una tormenta de nieve se desata dejándolos a la intemperie. Para guarecerse, buscan refugio en una vieja cabaña donde pasan la noche juntos y donde comparten algo más que calor y cobijo.

El honor obliga a Kenneth a pedir matrimonio a Moira quien lo rechaza en varias ocasiones, hasta que no puede ocultar por más tiempo su embarazo. Sin otra alternativa, debe recurrir a Kenneth y, finalmente, se casan. Pero las rencillas del pasado no están olvidadas ni las viejas heridas cerradas. Siendo así, ¿existe la posibilidad de un futuro juntos?

Después de leer Un romance inoportuno, novela que me cautivó de principio a fin, estaba deseosa de leer la segunda novela de la trilogía. Si bien en líneas generales me ha gustado y creo que es una bonita historia, no ha llegado a emocionarme y atraparme como lo hiciera la anterior. Sin embargo, reitero, creo que es una historia que merece la pena leerse.

Un romance imperdonable se superpone temporalmente a Un romance inoportuno. A medida que vas leyendo te percatas que la historia de Rex y Catherine está desarrollándose a un mismo tiempo que la de Kenneth y Moira; al menos durante una parte. De hecho Kenneth representó un papel importante en el desenlace de Un romance inoportuno y, al final de la novela, recibió una carta que le obligó a regresar a Cornualles.

La historia de Kenneth y Moira tiene en común con la de Rex y Catherine que ambas parejas se ven obligadas a casarse. Pero la de Kenneth y Moira se mueve entre el amor y el odio. Se conocen desde niños, se enamoraron cuando eran muy jóvenes y más tarde, cuando Kenneth se marchó a la guerra, se separaron. Lo hicieron creyendo cada uno de ellos que el otro le había traicionado y jamás había correspondido a sus sentimientos.

Debo reconocer que más que amor lo que Kenneth y Moira me han transmitido durante gran parte de la novela es rencor, desconfianza. Kenneth parece más dispuesto a olvidar y a que su matrimonio funcione, pero nunca siente que Moira desee lo mismo que él. Discuten, surgen malos entendidos continuamente. Y eso, sumado a lo que sucedió años atrás, provoca que cada uno se retraiga y se aleje del otro.
Incluso, durante unos meses, llegan a vivir separados: Moira en Cornualles, Kenneth en Londres. Hasta que Kenneth pide a Moira que se instale en Londres para el final de la temporada. Allí se reencuentra con Nat Gascoigne y Eden Wendell; allí conoce al cuarto jinete, Rex Adams, el vizconde Rawleigh y a su esposa, Catherine. Y es entonces cuando el amor parece volver a brotar.

La novela me parece bonita, pese a que como digo fluctúa constantemente del amor al odio. Admito que he notado en falta escenas románticas entre ellos, pues cuando parece que llegan a cierto entendimiento y piensas que el amor renace algo parece truncar ese momento de calma y esperanza. Y siempre te sientes a la espera de un detalle que te haga sentir que, en el fondo, están enamorados.
Es una historia diferente a la que encontramos en la anterior novela. Es una historia de enfrentamientos familiares y malos entendidos, de amor y de odio.

Me ha fascinado el personaje de Kenneth, tal vez al que menos pudimos conocer en la anterior novela, ya que sólo tuvo su aparición cuando se trasladó a Londres y se reencontró con el resto de amigos y ex-soldados.
Es galante, apuesto y honorable. Y pese a que piensa que Moira lo traicionó siempre actúa como el caballero que es y hace lo que el honor -o tal vez su corazón- le dicta.
Moira en cambio se muestra mucho más desconfiada. No parece dispuesta a abrir su corazón a Kenneth, algo que ha propiciado que, en ocasiones, la novela me resultara un poco monótona. Casi, como siempre tuviera que llevarle la contraria o estar enfadada con él. Casi, como una niña enfurruñada.

Además, como era de esperar, Nat, Eden y Rex, además de Catherine, con su presencia, propician situaciones que de alguna manera marcan el curso de la historia. Al mismo tiempo, vislumbramos un poco más cuáles son los lazos que unen a los cuatro amigos.

Aparte de los otros tres jinetes del Apocalipsis, de la familia Hayes y la Woodfall, tengo que destacar al nuevo barón de Dunbarton, Edwin Baillie.
Lo cierto es que es un personaje con el que he terminado encariñándome. Es pomposo, pedante, histriónico y muy apegado a las faldas de su madre, pero bajo esa apariencia tan caricaturizada del noble heredero snob, creo que se esconde un corazón bondadoso. Y, confieso, sus soliloquios interminables y su cháchara incesante me han hecho reír en ocasiones.

Pese a que no me ha dejado con mariposillas en el estómago como sucedió con Un romance inoportuno, la historia de Kenneth y Moira también me ha atrapado. Sus encuentros, desencuentros, las desavenencias familiares y odios de antaño, poco a poco se han ido desentramando y dejando a la luz una bonita historia de amor.
No pasará a ser una de mis preferidas entre las preciosas novelas de Mary Balogh, es cierto, pero no puedo negar que en ella he encontrado una agradable y, a su modo, romántica lectura.
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