Hay obras que desde la primera página sentimos el pálpito de que su lectura va a otorgarnos el maravilloso don de la evasión, el gozo de trasladarnos a otra época y la emoción de sumergirnos en una historia de amor tan hermosa como inolvidable. Cuando volví la última página de Una Rosa en la tormenta de Brenda Joyce tuve la certeza que aquel presentimiento había acabado por convertirse en una realidad. ¡Qué gozada de novela!

Una rosa en la tormenta no tiene una trama original, no nos va a presentar unas escenas sexuales desenfrenadas, ni sus protagonistas ocultan secretos inconfesables, traumas o cualquier tipo de tara física o emocional. No, su autora no ha tenido que recurrir a nada de ello para crear una novela que despierte, alimente y mantenga toda mi atención desde su comienzo a su punto final. Le ha bastado con crear una ambientación rica y cuidada, con narrar unos acontecimientos históricos desgarradores que nos hablan de ambiciones y actos heroicos, de ideales, lealtades y traiciones. Pero, además, ha sido extremadamente generosa en la creación de sus personajes secundarios: a todos ellos los ha dotado de personalidad, a todos les da insuflado vida haciéndolos odiosos o preciosos a mis ojos. Y si acaso todo lo anterior no fuera ya de por sí una rareza en las novelas románticas históricas que ahora nos publican, ha tenido a bien narrar una historia de amor preciosa.

He disfrutado con la fuerza, la rebeldía y el tesón de Margaret Comyn, con su lucha por mantenerse leal a los suyos y con su rendición ante un hombre excepcional. En Alexander MacDonald, el Lobo de Lochaber he vuelto a encontrar a ese héroe romántico impertérrito, valiente, frío y letal. En él he vuelto hallar al guerrero curtido en mil batallas que parece desconocer la piedad, que no se doblega ante nada ni nadie, para acabar vencido por el amor a una mujer que ha de convertirse en el centro de su existencia.

Es una novela romántica épica que me ha hecho revivir muchas otras obras de los años ochenta. Esta, como aquellas, no maquilla hechos, reacciones y consecuencias, ni se dedica a rellenar hojas a base de relaciones sexuales más o menos lujuriosas, ni moderniza o dulcifica a sus personajes a conveniencia. Esta, como aquellas, es una novela que ofrece algo más que la narración de una bonita historia de amor.

En mi memoria quedan aquellas escenas que me hicieron contener el aliento, y junto a ellas, el recuerdo de aquellas palabras que conmovieron mi alma y las imágenes que mi mente creó gracias a ellas. He gozado y sufrido, amado y odiado, he temido y confiado, he aprendido y recordado, he admirado y repudiado, con esta obra, he vivido un montón de aventuras y he sido testigo de una difícil y hermosa historia de amor. Su recuerdo me ha de acompañar siempre, volveré a visitar al Lobo de Lochaber y a la dama que supo conquistar su corazón, no tengo la menor duda, porque esta es una de esas novelas para leer y releer.